EL PENSAMIENTO POLÍTICO

A menudo me vienen a la mente reflexiones de carácter político, ya sea sobre antimilitarismo, sobre ateísmo, sobre animalismo, sobre identidad queer, sobre republicanismo, sobre memorialismo, o sobre la actualidad sociopolítica.

A menudo oigo comentarios despectivos sobre la política, o comentarios negacionistas, o represores o autorepresores del pensamiento político. Del tipo “Para evitar conflictos en las reuniones mejor no hablamos de política”, “En la escuela no debemos hablar de política”, “Para llevarnos bien en el vecindario nunca hablamos de política”.

O incluso “Yo no entiendo de política”. Esta afirmación me sorprende. Porque, desde mi concepto de “política”, mi trabajo es política, mi alimentación es política, mi sexualidad es política, mis elecciones de programas de televisión, de películas de cine, de obras de teatro, de exposiciones de arte, son elecciones políticas. La forma de relacionarme con el mundo es política. Yo soy, es una definición que he leído muchas veces y que comparto, un animal político.   

Suelo distinguir entre política e ideología. Porque para mí no es política asesinar por motivos ideológicos. Ni matar (o agredir, o acosar) al rey si se es anarquista, ni matar (o agredir o acosar) al marica si se es fascista, son opciones políticas.  La política siempre implica unos valores humanistas que excluyen la violencia. Por ejemplo esos partidos que en sus discursos incitan al odio contra la inmigración, contra el colectivo LGTBIQ, que niegan la violencia machista, que se oponen a que se juzguen los crímenes del franquismo, y que exaltan la crueldad contra los animales, no son partidos “políticos”, son partidos con una determinada ideología. Pero no es una ideología política. Es antipolítica y deberían estar excluidos de lo que consideramos “política profesional”, es decir de los parlamentos y órganos de decisión colectivos. Al margen de que tengamos nuestras reticencias sobre la profesionalidad de la política. Hace unos años se puso de moda la expresión “políticamente correcto”, yo considero que la política siempre es corrección. La incorrección, puede ser ideológica, pero no política.

Por supuesto, al igual que yo soy un animal político, también soy un animal con ideología. Pero, en mi caso, la ideología también excluye voluntariamente la violencia. La diferencia es que entiendo que hay situaciones extremas en las que, al margen de que sea coherente o no, estaría dispuesto a utilizarla. Por poner solo un ejemplo, yo me niego a comer animales porque considero que no es necesario matar animales para alimentarse. Sin embargo asumo que en una situación extrema en la que no tuviera otra opción, mataría un animal para comer. Se han dado casos de personas que han comido incluso carne humana en situaciones extremas. Me resulta curioso que haya personas que cuando les digo que soy vegano o vegetariano, me responden que no entienden que no quiera comer carne; y sin embargo cuando les digo que en una situación extrema mataría una cucaracha para comérmela o incluso comería carne humana, les da repugnancia.

El caso de la escuela. El profesorado, cada maestra y cada maestro tenemos un bagaje político. Ya sea porque votamos a un determinado partido o no votamos por decisión ideológica o/y política. Ya sea porque algún familiar nuestro fue víctima de violencia ideológica, ya sea porque en algún momento nos hemos enfrentado a las instituciones desde nuestros planteamientos políticos y/o ideológicos, ya sea porque nuestra sexualidad y/o afectividad tiene repercusiones en la legislación, o ya sea por las razones de lo que comemos o no comemos. De igual forma las familias y el alumnado son “animales políticos”. Cuando un niño de cinco años llama “marica” a otro en el patio, está haciendo política. Cuando una niña de cinco años prefiere jugar con el balón y no con las muñecas está haciendo política. Cuando a una familia se le obliga a escoger entre apuntar a su hija o hijo a la clase de religión o a su alternativa, se está haciendo política. Cuando una familia  se niega a que el profesorado envié tareas de refuerzo para realizar en el hogar, está haciendo política.

Y, sin embargo, se nos niega el derecho a fomentar en el alumnado nuestros valores políticos. Podemos hablarles al alumnado de la Constitución, pero no podemos decirles que esa constitución no nos representa a las personas republicanas. Podemos hablarles al alumnado de los Derechos de la Infancia, pero no podemos denunciar que hay “partidos” e instituciones que niegan o restringen esos derechos. Podemos hablar al alumnado de nuestro sistema de “democracia parlamentaria”, pero no podemos destacar la falta de democratización de algunas instituciones como la jefatura del Estado. Podemos hablar al alumnado de la religión, pero no podemos hablarles del ateísmo. La escuela sigue siendo una institución transmisora de los valores dominantes, y represora de los valores que representamos el profesorado, las familias y el alumnado.

Cuando publico en mis blogs críticas de cine, teatro, arte, literatura, cuando comparto o me niego a compartir cadenas de whatsapp, cuando camino y voy reflexionando y también cuando doy clase, estoy haciendo política, al margen de que me permitan expresarla de forma más o menos explícita.

He mencionado de pasada el asunto de la coherencia. Aunque  ese asunto daría para otro post, incluso si me apuras para un libro, mi resumen ahora es que en ese aspecto sí soy negacionista: La coherencia, en política, no existe. Por eso es fácil que hoy constatéis que defiendo que al alumnado se les hable de ateísmo y mañana opine que hasta que no alcancen una edad para entender el pensamiento abstracto (según Piaget, a partir de los 12 años)  no se les mencione nada relacionado con la religión. O que hoy defienda que en caso extremo me comería una cucaracha y mañana replique que antes me comería hasta una vaca sagrada. 

  Pedro Polo (maestro antimilitarista y queer)

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