EL SHOW DE TRUMAN

 
Anoche vi en la televisión la película “El show de Truman” (dirección de Peter Weir y protagonizada por Jim Carrey). Creo que ha sido la primera vez que la he visto en pequeña pantalla. La vi en los cines cuando se estrenó  y más recientemente en la filmoteca. Hay algunas escenas que pierden mucho impacto visual en la televisión. Escenas surrealistas como la de la caída del foco en medio de la calzada, que me recuerda a películas como “El milagro de P. Tinto”. O como la lluvia en la playa, que podría ser un homenaje al poético cine de humor mudo (Harold Lloyd, Chaplin, Laurel and Hardy…). Y desde luego la gran escena final.

Pero en cualquier caso me encantó volver a verla. Considero que es una de las mejores películas que se he visto en los últimos 57 años (que tengo). Cada fotograma contiene un detalle sorpresivo, inusual, chocante… una pista que nos conduce al desenlace del melodrama. Yo la habría dado Óscar a la mejor película y al mejor actor.  Un actor al que estamos acostumbrados a ver en películas de humor y que aquí interpreta un papel polifacéfico desconcertante. Pero la academia ni siquiera los nominó (fue nominada la dirección, el guión y el actor secundario).

Pero quería comentarlo porque descubro que hay cierto paralelismo entre la situación de Truman y la sociedad actual.

Es evidente el escenario de confinamiento que también hemos visto en otras películas como “La isla” (dirigida por Michael Bay), que precisamente también estuve viendo por la tarde, interesante pero muy estadounidense (persecuciones que terminan con coches volando por los aires en medio de la autopista, disparos desde todos los ángulos, peleas cuerpo a cuerpo…).

Pero sobre todo me llamó la atención la conversación telefónica entre el director del show y la actriz enamorada del protagonista. Él le viene a decir que Truman en realidad está muy cómodo en su situación  y no hace un verdadero esfuerzo para escapar.

Esta acomodación la estoy viviendo cada día. Especialmente en mi trabajo. La mayoría de las maestras y maestros no se plantean si lo que ocurre a nuestro alrededor es lo correcto o no. Tampoco muchas familias. Nos limitamos a seguir órdenes, protocolos, costumbres. Que llega Halloween, pues nos ponemos a prepara Halloween, sin plantearnos la oportunidad en medio de una pandemia, donde lo que realmente debería asustarnos no son los falsos fantasmas, brujas, frankesteins, etc, sino el verdadero coronavirus. Que nos dicen que no es obligatorio utilizar mascarillas, pues no les ponemos mascarillas a nuestras hijas e hijos, sin plantearnos el peligro que supone llevarles al colegio sin mascarillas. Que la ministra, en consejero o la presidenta nos dicen que la escuela es segura, pues no hace falta ni tomarnos la temperatura. Que se convoca una huelga y se decretan servicios mínimos de casi el cien por cien, pues no la hacemos y seguimos que todo siga su curso.

Al igual que en la película continuamente vemos a los protagonistas publicitando lo que beben, lo que comen, con qué lavan o cómo se visten,  en nuestra realidad nos tragamos un montón de cadenas de whatsapps, coronabulos, fakes news en periódicos supuestamente serios y en grandes redes como google o facebook… Redes en las que casi nadie comenta, analiza, contradice, argumenta, se posiciona, porque cada vez más se están convirtiendo en redes para compartir chascarrillos y cotilleos.

Lo de menos es si podremos salir de Madrid o de la Comunidad para pasar la nochebuena con nuestra familia, lo importante es que si haremos un esfuerzo por salir del gran plató en que están encerradas nuestras conciencias.

Recuerdo que al principio de la pandemia muchos mensajes iban en la línea de que esta experiencia nos iba a hacer mejores personas. La realidad es que nos está haciendo cada vez más acríticas, más conformistas, más sumisas.

¡Qué le vamos a hacer! ¡Esto no tiene remedio! ¡Al final nos tenemos que contagiar todas!

Y luego ¿qué? Porque, como pasa en la película, en cuanto el “héroe” escapa, se acaba el espectáculo.

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