LA FALTA DE REGLAS DEMOCRÁTICAS

Parto de que no estoy a favor de los referéndums como herramienta democrática. Habitualmente los referéndums se convocan para que los ganen quienes los convocan, y no para que los ganen la razón, la conciencia o la ciudadanía. Siempre pongo el escandaloso ejemplo del referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN. Por eso siempre rechazo reivindicar un referéndum sobre la continuidad de una  jefatura de Estado hereditaria, versus una jefatura de Estado elegida democráticamente por sufragio. Como me opongo a un referéndum sobre la restitución de la pena de muerte. Y a otras muchas propuestas de referéndums que determinados colectivos sociales y políticos suelen plantear y reivindicar.  

Pero cuando hay partidos y gobiernos autonómicos que han considerado que el referéndum es una herramienta legítima y democrática, pero, por convocarlo, han terminado con sus huesos en la cárcel, se evidencia que hay una falta de reglas democráticas claras y compartidas por toda la ciudadanía y sus representantes políticos.

La actual Constitución no sirve.

Es tan ambigua que el tribunal constitucional ha refrendado, basándose en textos constitucionales, algunas leyes y ha invalidado otras, que otros tribunales habían previamente invalidado y refrendado respectivamente. Y viceversa.

Llamativo fue el caso del matrimonio igualitario. Estoy absolutamente convencido de que ninguno de los llamados “padres” de la Constitución tenía intención de escribir un texto para dar cabida a las nuevas familias. Sin embargo  así fue interpretado, gracias a la ambigüedad de las palabras utilizadas.  

Igual de escandaloso fue el caso de la Objeción de Conciencia. A pesar de estar especificada en la Constitución como una causa de exención del servicio militar, cientos de jóvenes fueron juzgados, condenados y terminaron también en la cárcel, por ejercer el derecho a no hacer el servicio militar. Porque los jueces interpretaron que no era un derecho fundamental. Y sin embargo, ese derecho ha sido esgrimido por determinados profesionales para negarse a realizar determinadas actividades y, a pesar de tratarse de actividades que no tenían nada que ver con la exención del servicio militar, nunca han sido juzgados, condenados ni encarcelados.

Por eso la actual Constitución nunca podrá ser enarbolada a la hora de hablar de las “reglas del juego” democrático.

Y si, por lo tanto, no hay reglas claras democráticas, parece que la única regla real es la de  “aquí vale todo”.

Vale defender abiertamente el golpismo y régimen genocida franquista. Vale negar derechos y defender abiertamente las terapias de reversión contra la comunidad LGBTIQ. Vale defender abiertamente y financiar con fondos públicos la tortura y asesinato de animales no humanos. Vale utilizar delitos militaristas, como el de sedición y rebelión, contra personas y organizaciones civiles. Vale utilizar el delito de odio contra las víctimas del odio. Vale negar la violencia y asesinato de mujeres a manos de sus parejas. Vale, incluso, oponerse y bloquear sistemáticamente cualquier iniciativa del gobierno aunque se ponga en peligro la salud pública.

Vale defender todo esto en el Congreso de Diputad@s,  en los parlamentos autonómicos, en los plenos municipales… Y nadie es juzgado, ni inhabilitado, ni cesado, por hacerlo.

Y que conste que como queer y antimilitarista que soy, no es que reivindique normas democráticas para acatarlas sumisamente. Lo que quisiera es tener claro cuáles son las reglas del juego para poder cuestionarlas y desobedecerlas.

Pedro Polo (antimilitarista queer)

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