MI ABUELO Y YO Y LA VIDA ALREDEDOR, DE PACO RACIONERO

MI ABUELO Y YO Y LA VIDA ALREDEDOR, DE PACO RACIONERO

 

Mi amigo Paco Racionero ha publicado una nueva novela. 

Al poco de conocer a Manolo (1990), fuimos a Bellidas, población abandonada perteneciente al término municipal de Piñuecar, donde José Francisco Aranda tenía una casa que habían recuperado entre Aranda y Manolo y que, tras el fallecimiento de Aranda, Manolo estaba en trámites de vender a Paco Racionero, en nombre de los hijos de Aranda, herederos de dicha propiedad.  Allí conocimos y nos hicimos amigos de Paco y también de Stephen.   

Desde entonces no hemos perdido el contacto.

Tras jubilarse como actor, Paco se está dedicando especialmente a la pintura y a la literatura, ya ha publicado algunas obras de teatro: “Hagamos lo que hagamos”, “O me besas o me muero”. Y algunas novelas como “Algunos hombres no tienen corazón”.

Me encanta su sutil y contundente autobiografía en la solapa del libro, que termina sentenciando: “Está contento de ser una persona mayor con artrosis y sin futuro… ale”

 

“Mi abuelo y yo y la vida alrededor” es una novela con trasfondo filosófico. No solo por el contenido, sino también por la forma.

A lo largo del texto podemos encontrar diversos diálogos neoplatónicos, diálogos entre abuelo y nieto, entre padre e hijo, entre padre y abuelo, donde reflexionan sobre la vida, el paso del tiempo, las relaciones humanas, la sexualidad, la dignidad, el afrontamiento de las dificultades y las adversidades… la poesía y el amor.

Y una serie de monólogos donde encontramos un compendio filosófico de las principales reivindicaciones sociopolíticas de la sociedad y la cultura contemporánea: Ecología, pacifismo, feminismo, racismo, solidaridad, pederastia en el seno de la iglesia católica, desigualdad económica y de oportunidades, desahucios, cambio climático, derechos LGTBI…

 

Quiero destacar un párrafo específico sobre la guerra que me ha emocionado:

“…es más terrible saber que las guerras hacen todavía peores daños.

Las guerras arrasan casas, cosechas y animales. Las bombas destruyen los campos y los almacenes de alimentos. ¡Tanto dinero gastado en guerras y tanto dolor y muerte causados por ellas! ¿Por qué y para qué?

Desde mi simple entender pienso si no sería mucho mejor para el planeta, que, en vez de desarrollar tanto horror y tanta miseria, si no sería rentable utilizar la inteligencia del hombre para mejorar las zonas de regadío de los pueblos que dependen de la agricultura. Que se avanzase en la enseñanza, así como la maquinaria y los métodos para mejorar las cosechas. Como sería mejor evitar las plagas y la prevención de la falta o exceso de lluvias. Todo sería conveniente si se parasen las hambrunas, las guerras que asolan a estos pueblos, de Sudán, Chad, Somalia, Camerún, Guinea, Nigeria etc, donde los conflictos bélicos están acabando con las personas” (página 136)

 

El libro, como novela, también tiene una trama, una sencilla trama familiar. Pero lo que me ha llamado la atención es el escenario principal, la vivienda donde viven el abuelo y el nieto. Se trata de un microcosmos, al modo de 13, Rue del Percebe. A lo largo de la novela se van descubriendo algunas de las y los habitantes del bloque. Personajes peculiares como la vecina que se suicida tras ser desahuciada, el surrealista personaje del señor Amador de los Ríos Fuertes, la delirante Margarita Gutiérrez Gardel “una señora más que ligeramente ida”, un joven en tratamiento psiquiátrico que incendia su casa con sus padres dentro… además de los propios protagonistas, un anciano comprometido con todas las luchas sociales habidas y por haber, que liga con una vecina viuda, y el nieto que a los 14 años asume y desvela abiertamente su homosexualidad.

 

De entre todos estos personajes me quedo con el señor Amador, personaje que se describe como “Su cara es gorda, cerúlea, deprimidos sus ijares. Barriga tonelera, culo gordo y cebollón. Con zapatones, andar cansinos y mirada oblicua. Su voz es áspera” (página 33) Lo de “culo gordo y cebollón” es para mí la mejor frase de todo el libro. El diálogo del absurdo, al estilo Ionesco o Arrabal, que sigue a la descripción es brillante, surrealista y subversivo, no en vano termina el señor Amador sentenciando que “No hay quien pueda conmigo, ni con la Virgen de la Cueva. Y ahora que le he vuelto a chafar el día, le dejo con el cráneo descompuesto. Me retiro y voy a buscar a un nuevo contrincante. Señor Esteban esto no acabará aquí. Hablaré con Telefónica y con el Gas para que le corten a usted el fluido general corpóreo, adiós”. (página 35)

 

Al margen de la trama general hay algunos pasajes que me gustaría destacar porque me han hecho reflexionar o, simplemente, porque me han descubierto algo que desconocía.

 

Por ejemplo desconocía el origen de la palabra “estraperlo” y me resultado muy interesante descubrirlo: “Estraperlo viene de los apellidos de tres famosos estafadores holandeses de esa época, años cuarenta; a saber: Strauss, Perlowitz, y Lowan”. (página 194)

 

Algún pasaje me trajo algún recuerdo: “… ellos traían una gallina o dos pollos vivos y eso sí que era tremendo, en todos los aspectos. Nadie sabía quién ni cómo iban a morir esos animales, había verdadera expectación, pero nunca nos dejaron ver el final de los mismos. Debía de ser algo espeluznante, creíamos entonces” (páginas 195- 196)

Bueno pues yo sí, con pocos años, tuve la desdicha de ver como mi abuela le arrancaba la cabeza a más de una gallina y aun recuerdo ver algún cuerpo decapitado caminando sin rumbo por el habitáculo. Espeluznante no, como dicen los snobs, lo siguiente.

 

“Hoy mi amiga ‘paticoja’, mi tortuga, ha decidido marcharse para siempre. La echaré de menos. ‘Allá donde vayas que seas feliz. Tu estarás siempre conmigo, al haber entrado en mi corazón, ya no saldrás nunca de él”. (página 203)

Este párrafo me ha hecho reflexionar sobre las tortugas que han  muerto en mi casa de Úbeda. Siempre nos cuentan y leemos que las tortugas viven cientos de años y que sobreviven a varias generaciones humanas. Sin embargo eso solo ocurre cuando viven en libertad, en sus islas paradisíacas, en sus hábitats naturales. Pero cuando el ser humano las saca de su hábitat, comercia con ellas, intenta domesticarlas, acabamos con sus vidas. Mi experiencia es que ya he visto tres muertes, y siempre por negligencia humana, una apareció calcinada bajo una hoguera, la otra estrellada contra el suelo de la bodega al caer por la tronera desde el patio, una tercera atrapada en un hueco del pilón de la fuente. Creo que deberíamos dejar vivir a todos los animales en libertad. De lo contrario terminaremos aniquilando la diversidad biológica del planeta. Entre otras cosas porque les impedimos alimentarse, crecer y reproducirse de forma natural.

 

Me ha encantado el homenaje a Piñuecar y alrededores, incluido Buitrago: “Cerca de la ciudad medieval de Buitrago hay algunos municipios de muy pocos habitantes. En uno de ellos, en Piñuecar, yo he sido feliz durante algunos días de mi vida” (página 210) Aunque no se menciona específicamente Bellidas, he comprendido que la referencia vital era autobiográfica y mentalmente he imaginado esos “días de mi vida” en la casa de Bellidas.

 

“Qué gran regalo es tener un abuelo o una abuela. Qué importante es escuchar vivencias, cuentos, sucesos. Alrededor de su vida, la familia entera se reúne” (página 239)

Este pasaje me ha hecho reflexionar sobre mi abuela. Yo no conocí más que a una abuela, es verdad que la familia se reunía en torno a ella. Viví mi infancia en la casa de la abuela. Dormí incluso en el mismo dormitorio que la abuela. Y sin embargo no recuerdo cuentos, ni mucho menos vivencias y sucesos. Había tenido doce partos de los cuales sólo llegué a conocer a seis de sus hijas e hijos. Nunca supe nada de su marido. A mí me nombraron con los nombres de dos de los hijos desaparecidos. Enrique había fallecido de niño por una enfermedad que en aquellos años no era curable, al menos en un pueblo de Extremadura. A Pedro le asesinaron cuando las tropas fascistas ocuparon el pueblo. Siempre insisto en que no fue “en la guerra”, en mi pueblo nunca hubo guerra (ni en la mayoría de las poblaciones de España), las tropas ocuparon y asesinaron a sangre fría. Fue un genocidio. Mi tío ni siquiera tenía edad para ir al frente, lo sacaron de la casa de la abuela y lo asesinaron junto al maestro del pueblo. Mi abuela nunca nos habló de este suceso, lo he ido descubriendo décadas después de su fallecimiento.  Mi abuela siempre vistió de luto. Las únicas vivencias que compartía eran las de su trabajo como cuidadora de unos ancianos, “los Caveros”, trabajo que ejerció hasta muy anciana, hasta la muerte del último de los Caveros. Trabajo que siempre  ejerció con orgullo, que la hacía feliz, que la mantuvo viva.

 

Por último destaco una alusión de actualidad, con reivindicación:

“Faltan hospitales y prevención de grandes pandemias. Más protección a la Sanidad Pública, con más camas, enfermeros y salarios más justos”. (página 331)

 

Recomiendo la lectura del libro. Se lee muy fácilmente (mira que a mí los libros de más e 100 páginas me provocan temblores), es ameno y, sobre todo, muy reivindicativo.  

¡Ah!, se me olvidaba que además está ilustrado con pinturas del autor.  



 

Comentarios

  1. Hola : Acabo de leer los conentarios que mi Amigo Pedro Polo acaba de hacer sobre mi último libro mi abuelo y yo y la vida alrededor.
    La verdad es que me quedo asombrado de su capacidad para desentrañar una lectura y a un autor( muy modesto y áun en ciernes )
    Pues bien agradezco su generosidad y tbm su clarovidencia.. He pretendido distraer, alegrar a algún atrevido lector y tal vez conmover con las vivencias y aventuras de un abuelo muy humano.
    La tirada ha sido pequeña, casi toda vendida a traves de mi telefono en wuasap. No soy apenas nadie en estos menesteres y entre eso y que se lee poco en este pais, mejor asi.
    Ahí lo dejo por si alguien inquieto, curioso o lector impenitente lo quiere, gustosamente lo mandaría su lugar...
    Abrazo cálido querido Pedro y gracias por tus generosas palabras.
    pacoracionero, 610046316

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