ANALFABETISMO FUNCIONAL POLÍTICO

ANALFABETISMO FUNCIONAL POLÍTICO

Reconozco que en política soy analfabeto funcional. Cuando era estudiante las únicas asignaturas relacionadas tangencialmente con política eran las de las Ciencias Sociales y de las Historias. Sobre todo la Historia, en aquellos años, era exclusivamente una asignatura memorística. Yo siempre he tenido mala memoria, suspendía sistemáticamente y en consecuencia aborrecía la asignatura.

Sin embargo creo que no es un problema sólo mío, sino que la gran mayoría de la ciudadanía, incluida alguna presidenta de autonomía, es analfabeta funcional política. Tras la dictadura fascista no hemos tenido ni en la escuela, ni en el instituto, ni en las universidades, asignaturas que nos enseñen los conceptos básicos de la política.

Diferenciar entre “Libertad”, “Liberalismo” y “Libertarismo”; entre “Fascismo”, “Comunismo”, “Republicanismo”, “Monarquía”, “Democracia”, “Anarquía”; conceptos como “Transición”, “Derecho”, “Obligación”, “Radicalismo”, “Popular”, “Privatización”, “Poder”; o incluso “Antimilitarismo”, “Feminismo”, “Anticapacitismo”, “Animalismo”, “Memorialismo”, “Supremacismo”, “Homo (LGTBIQ)fobia”…

La Historia, en cualquier caso, tampoco ayuda mucho. Porque los conceptos políticos cambian de significado según quien se los apropie.

LIBERAL/ LIBERTAD/ LIBERTARIO

Por aclarar algunas ideas políticas, conviene hacer un breve resumen referido al origen de los partidos “liberales”:

El concepto “Liberal” fue acuñado por Leopoldo O'Donnell, en 1854, al fundar el partido “Unión Liberal”. Fue un partido con base en la clase media y dispuesto a una política liberal y progresista dentro de la monarquía constitucional, que sirviera de alternativa a otro conservador.

Más tarde, en 1880, Práxedes Mateo Sagasta, fundó el “Partido Liberal”. Su programa político incluía la consecución del sufragio universal masculino, la libertad de asociación religiosa y la separación de poderes; y aunque cabría calificarlo como un partido dinástico, a principios del siglo XX algunos políticos que más tarde serían prohombres republicanos militaron en sus filas, como Niceto Alcalá Zamora.

“Liberal”, supuestamente, era un concepto político que se contraponía a “Conservador”.

Y, sin embargo, Antonio Cánovas del Castillo, fundó en 1874, otro partido al que llamó, creando una histórica confusión política, “Partido Liberal-Conservador”. Aglutinaba a un variado grupo de personas, desde los partidarios de Isabel II cuando llegó la República, hasta miembros de la Unión Liberal.

En 1885 el “Partido Conservador” y el “Partido Liberal” firmaron el Pacto de El Pardo, por el que ambos partidos acordaron alternarse en el poder a la muerte de Alfonso XII, lo cual fue garantizado gracias a las redes caciquiles con que ambos partidos contaban por todo el Estado e impidió que el resto de ideologías (socialismo, anarquismo, republicanismo…) obtuvieran el poder y acabaran con la monarquía.

Y hasta hoy en día, los partidos “liberales”, tienen ese principal propósito.

El concepto “Liberal”, por tanto, no tiene nada que ver con el concepto “Libertad”, sino más bien con la coerción, la represión, el control social, el control de los medios de producción, y el control ejercido por los llamados “poderes fácticos” (banca, clero, escuela, ejércitos).

Otro concepto en discordia es el de “Libertario”, que es utilizado por capitalistas y por anarquistas.

En el sentido anarquista es el concepto más cercano al de “Libertad”, propugnando una sociedad que no precise de poderes coercitivos (policías, ejércitos) para auto regularse y progresar. Se basa en la responsabilidad individual, la toma de decisiones asamblearia, y el reparto equitativo (“de cada una según sus posibilidades y capacidades, a cada una según sus necesidades”).

POPULARES

Vamos a recordar también el origen del concepto “Popular”:

El Frente Popular fue una coalición electoral creada en 1936 por los principales partidos de izquierda. Consiguió ganar las últimas elecciones democráticas durante la Segunda República antes del golpe de Estado fascista. Los fascistas asesinaron a todas las personas que habían sido elegidas democráticamente en estos comicios, y sus defensoras y defensores tuvieron que huir, esconderse, exiliarse, fueron perseguidas, secuestradas, torturadas, desaparecidas, durante 40 años.

Sin embargo, en 1976, uno de los ministros, que fue vicepresidente del gobierno y ministro de la gobernación durante la dictadura, Manuel Fraga Iribarne, fundó el partido “Alianza Popular”, agrupando a todos los sectores conservadores que habían apoyado el golpismo, el genocidio y la dictadura. En 1989 se transformó en el actual Partido Popular.

Evidentemente no puede significar lo mismo el concepto político “Popular”, para los partidarios de la democracia y la república, que para los defensores de la dictadura y el fascismo.

DEMOCRACIA Y REPÚBLICA

El confusionismo y consecuente analfabetismo funcional político no es exclusivo del Estado español. En EEUU, por ejemplo los dos principales partidos que se turnan en el “poder” se autodenominan “Partido Republicano” y “Partido Demócrata”.

Pero no existe ninguna opción “monárquica”, y, al menos abiertamente, ninguno de los partidos se posiciona a favor de una “dictadura”. Por lo tanto todas y todos sus votantes son a la vez republicanas y demócratas. Sin embargo estoy seguro de que habrá miles de estadounidenses que se autodenominen como “antidemócratas” o “antirepublicanos”. Fruto del confusionismo político.

Recordemos que “república” es un concepto político que deriva de “Res pública”, y, por lo tanto, implica defensa de los intereses públicos (educación, sanidad, pensiones…),  frente al concepto de “privatización”, que defiende los intereses privados. Curiosamente sabemos que, en EEUU, el “partido republicano” es quien más defiende la privatización.

LA TRANSICIÓN

El concepto “transición”, en principio, se supone que hace referencia a un periodo de tiempo en que se transforman paulatinamente las leyes y actuaciones socio- políticas, de un sistema político a otro.

En el caso del Estado español, se habla de “transición” refiriéndose al traspaso de poder de los usurpadores ilegales que secuestraron las instituciones durante  la dictadura franquista a los representantes elegidos libre  y democráticamente.

Pero se da la circunstancia de que, 46 después de la muerte del dictador que restauró ilegalmente la monarquía, para acceder a un cargo político, es obligatorio expresar públicamente acatamiento a una constitución monárquica.

Tras 46 años, aún no se han podido juzgar los crímenes cometidos desde el poder político, clerical y militar por los golpistas y por los usurpadores ilegales de las instituciones durante los cuarenta años de dictadura.

Aún hay calles, monumentos, fundaciones, y organizaciones civiles y políticas legales que homenajean y reivindican el golpismo, el genocidio, la usurpación ilegal de instituciones y la represión del franquismo.

Hechos que implican que aún no hemos concluido la transición a un completo modelo democrático. Y, sin embargo, la mayoría de los historiadores consideran la transición un periodo de tiempo ya concluso, que forma parte del pasado. Otro fruto del confusionismo de los conceptos políticos, que tienen distinto significado según quien se los apropie.

RADICALES

Algunos conceptos políticos son considerados “radicales” para quienes ostentan el poder político.

El ya mencionado Pacto de El Pardo (1885) consideraba radicales a quienes defendían el socialismo, el anarquismo, o el republicanismo.

Actualmente desde muchas instancias de poder se sigue considerando a las ideologías disidentes como “radicales”.

Queer, transfeministas, antimilitaristas, memorialistas, incluso las animalistas, por poner algunos ejemplos, somos consideradas radicales.

Nosotras entendemos el radicalismo como el análisis de la raíz de los conflictos o las cuestiones sociales, para poder resolverlos o manejarlos y reconducirlos. Radicalidad implica investigación, cientifismo, empatía, asamblearismo. Pero también activismo político.

Cuando los primeros colectivos queer se empiezan a movilizar contra la inacción de los gobiernos durante la pandemia del SIDA, o los antimilitaristas nos organizamos en torno a una campaña de desobediencia civil, somos considerados peligrosos por los “poderes fácticos”.

Y entonces se empieza a asociar el concepto positivo de “radical”, “desobediente”, “insumiso”, “queer” con conceptos negativos de “terrorismo”, “vandalismo”, “antisistema”.

EL DERECHO AL VOTO FRENTE A LA OBLIGACIÓN DE VOTAR

Durante los años de la dictadura se produjeron algunos plebiscitos. Si una persona se negaba a votar automáticamente era secuestrada, torturada y/o desaparecida.

Desde el punto de vista democrático el voto es un derecho, pero nunca puede ser una obligación.

Cada vez que se anuncian unas elecciones volvemos a ver circular mensajes (ahora con las redes sociales circulan con más virulencia) en los que se criminaliza a quienes no estén dispuestas a votar. Se les acusa de ser insolidarias, de vagancia, de irresponsabilidad, incluso de ser incoherentes y apoyar el fascismo.

Recordemos que una opción tan antifascista y responsable como la Anarquía siempre propugna la abstención.

Recordemos que hay otras opciones más “radicales”, solidarias y responsables de participación política, como la desobediencia civil o el activismo.

IRRESPONSABILIDAD

Para mí es más irresponsable pedir el voto con siglas y nombres que generan confusionismo político. Es más irresponsable aceptar con tu participación, un sistema electoral que considera legal que organizaciones no democráticas opten a cargos públicos. Es más irresponsable considerar que votar una opción minoritaria (por ejemplo un partido animalista) es menos solidario que votar una mayoritaria que mantenga el bipartidismo del “pacto del Pardo”.

Pero, sobre todo, para mí es más irresponsable votar sin tener una mínima formación política que nos permita discernir entre opciones políticas más democráticas y menos democráticas. Que nos permita comprender que si te llaman fascista no estás en el lado bueno de la historia, o que permitan diferenciar entre “comunismo”, “liberalismo” y “libertad”.

PEDRO POLO (antimilitarista queer)


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