BIEN LUBRICADAS A LAS BARRICADAS (LA NOVIOLENCIA Y EL COLECTIVO QUEER)

 

El aumento de agresiones a personas LGTBIQ en los últimos tiempos es un hecho que debería preocuparnos, no solo como colectivo, sino también como sociedad. Se trata de agresiones verbales y físicas que están llegado hasta el asesinato.

 

Sabemos que no sólo se trata de agresiones LGTBIQfobas, en la última concentración convocada para expresar nuestra rabia ante este tipo de agresiones, un colectivo gitano estaba también manifestándose por el asesinato en 2019 de un joven gitano con discapacidad en Gijón. Falleció, como nuestro Samuel, tras recibir una brutal paliza. Un crimen de odio étnico y capacitista. La protesta se debe a que la Audiencia Provincial ha decidido archivar el caso y dejar sin justicia a su familia.

Respecto a las agresiones y asesinatos de mujeres, incluidas prostitutas y mujeres trans, sabemos que es un cáncer contra el que  nuestra sociedad lleva décadas luchando.

 

En nuestras concentraciones solemos denunciar que “jueces y fiscales también son criminales”, en referencia a este tipo de archivo de casos de violencia machista, lgtbiqfoba, capacitista, racista, étnica, aporofóbica o especista. La Justicia en nuestro Estado tiene una deuda inconmensurable con las víctimas de todas las violencias, y no puedo dejar de recordar a las cientos de miles de víctimas del golpe de Estado fascista y de la dictadura franquista cuyas familias llevamos también décadas manifestándonos para exigir “Verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición”.

 

Los colectivos Queer, que surgen como respuesta a la tendencia de otros colectivos LGTB a asumir o acomodarse al heteronormativismo cisheteropatriarcal, están recogiendo el espíritu combativo de la revuelta de Stonewall, en 1969, que dio lugar a la aparición en todo el mundo de los colectivos en defensa de los derechos LGTBIQ.

 

Nos consideramos colectivos “radicales”, porque denunciamos la raíz del conflicto, “no son casos aislados, se llama patriarcado”. El patriarcado, pero también las instituciones que “educan” en el odio a la diferencia, como determinadas personas representantes de religiones, algunos medios de comunicación, incluidas las redes sociales, algunos representantes de partidos políticos. Concretamente hay una clara correlación entre el aumento de este tipo de agresiones y la llegada a las instituciones de un partido que reivindica la herencia de la dictadura y los valores más  ultraortodoxos del nacionalcatolicismo.

 

Reivindicamos que “La pluma es el único camino”, porque entendemos que sin visibilidad no hay derechos. Visibilidad que no consiste necesariamente en un cambio en la indumentaria, sino en reivindicarnos en cualquier espacio público, ya sea el lugar de trabajo  el sindicato, la asociación cultural, social, política o benéfica con la que colaboremos. Yo, por ejemplo, como maestro, tomé hace unos años la decisión de vestir de rosa cuando se hizo público que una maestra había sido denunciada por una familia porque le había puesto a su hijo un baby de color “de niña”. Visibilidad es modelo, es ejemplo, es, desde luego, el único camino hacia una sociedad más libre, más respetuosa y sin discriminaciones.  

 

Pero hay un eslogan de los colectivos Queer, al menos en Madrid, que me preocupa: “Marikas violentas buscan venganza”. Ya lo he oído en varias manifestaciones y desde luego no estoy de acuerdo. Cuando asisto a manifestaciones memorialistas, animalistas o queer no busco venganza, sino justicia. Desde luego “Ni olvido, ni perdón”, pero no venganza. Justicia para las personas asesinadas y desaparecidas durante el golpe de Estado y la dictadura. Justicia para los animales no humanos que son maltratados, torturados, enclaustrados, exterminados. Justicia para las personas víctimas de agresiones por motivos raciales, étnicos, capacitistas, clasistas, aporofóbicos, machistas y/o lgtbiqfóbicos.

 

En una red social se me ha respondido que lo de Stonewall fue a ladrillazos, puede ser, pero estoy completamente convencido de que si “lo de Stonewall” tuvo éxito y continuidad no fue por la violencia sino por otros componentes de aquella revuelta: solidaridad, cooperación, organización, imaginación y desde luego mucha visibilidad.

 

Sé que cuando los colectivos Queer dicen “Marikas violentas”, no se están refiriendo necesariamente a lanzar ladrillos, sino a declarar que ninguna agresión va a quedar sin respuesta, que vamos a resistir porque no tenemos miedo pero sí mucha rabia, que vamos a organizar nuestra autodefensa porque “me cuidan mis amigues y no la policía”. Pero nuestra respuesta es, y creo que debe seguir siendo, una autodefensa noviolenta, “bien lubricadas a las barricadas”, coordinándonos y solidarizándonos con otros colectivos sociales víctimas de violencias, rechazando que se utilicen los avances en nuestros derechos para lavar y esconder otros crímenes y discriminaciones (pinkwashing), señalando sin miedo ni tapujos a quienes consideramos responsables: “Abascal, fascista, estás en nuestra lista”. Con acciones noviolentas como besadas públicas (cuando acabe la pandemia), manifestaciones, concentraciones, okupaciones reivindicativas, pintadas en espacios públicos, eslóganes incisivos y poéticos.

 

No nos equivoquemos, militarizar el lenguaje no nos ayuda. Siempre he reivindicado la noviolencia como medio para alcanzar la Justicia. Precisamente estamos celebrando el centenario de la formación de la Internacional de Resistentes a la Guerra (WRI- IRG). Una organización que se fundó en 1921 y que declara que  “La guerra es un crimen contra la humanidad. Por ello me comprometo a no apoyar ningún tipo de guerra, y a luchar por la eliminación de todas sus causas”. Desde luego la LGTBIQfobia es una de esas causas que tenemos que combatir para evitar las guerras. Por favor, cambiemos el eslogan por:

"MARIKAS NOVIOLENTAS, BUSCAN JUSTICIA”

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