NO ESTAMOS LOCAS ES QUE A MENUDO NO SABEMOS LO QUE QUEREMOS

Decía aquella canción de Ketama que “No estamos locos, que sabemos lo que queremos. Vive la vida igual que si fuera un sueño”.

EL SURREALISMO

Hoy he leído un artículo sobre la pintora surrealista “Leonora Carrington: cuando el surrealismo era una locura”. Entresaco algunas frases: “Una vez informado de mis teorías políticas –escribe Leonora–, el doctor Martínez Alonso se dio cuenta enseguida de que estaba loca”. Y fue internada: “No sé cuánto tiempo permanecí atada y desnuda. Yací varios días sobre mis propios excrementos, orina y sudor, torturada por los mosquitos, cuyas picaduras me pusieron un cuerpo horrible. Creí que eran los espíritus de todos los españoles aplastados, que me echaban en cara mi internamiento, mi falta de inteligencia y mi sumisión, cuenta. Se consideró a sí misma como una prisionera de guerra”.

En realidad el surrealismo se basa mucho en vivir de acuerdo con la interpretación de nuestros sueños, nuestros deseos, nuestros impulsos incontrolados, nuestros actos reflejos. Y, a menudo, quienes intentan llevar esto a sus últimas consecuencias suelen ser consideradas personas locas.

DISIDENCIA SEXOAFECTIVA Y GEN ROJO

De hecho durante el franquismo, pero también en otras dictaduras, la disidencia sexoafectiva era considerada una forma de locura que pretendieron “curar” a base de electroshocks y/o lobotomías. También se practicaron lobotomías y otras estrategias militaristas y represivas para intentar extraer el “gen rojo” de las personas que defendían los derechos sociopolíticos adquiridos durante la Segunda República.  

LA INVISIBILIDAD COMO ARMA

Esa represión se tradujo a lo largo de las cuatro décadas de dictadura en la más absoluta invisibilidad, tanto de la disidencia política como de la sexoafectiva. Lo que supuso en algunas personas, y ahora ya estoy psicoanalizándome a mí mismo, vivir nuestra infancia y adolescencia en un estado permanente de “locura transitoria” que nos llevó a vivir enfrentamientos tal vez irracionales con nuestras familias y personas allegadas, porque, y de ahí el título de esta publicación, no sabíamos lo que queríamos. No lo sabíamos porque no teníamos referencias, no se nos había educado en valores igualitarios, se nos había estado ocultado toda diversidad durante toda nuestra vida (yo nací en el 63). Y cuando digo “toda diversidad” no me refiero sólo, aunque especialmente, a la diversidad sexoafectiva, también, por ejemplo, a las personas con diversidad funcional que eran ocultadas por sus propias familias bien en sus hogares o en instituciones alejadas de las escuelas y los centros de ocio y de trabajo. Desde luego a toda esa diversidad que poblaba las instituciones psiquiátricas, ya fuera por motivos políticos, de exclusión social, traumas de la guerra y postguerra, desavenencias familiares, o porque simplemente no sabían lo que querían... E incluso a esas personas que durante el franquismo siguieron defendiendo desde la clandestinidad las ideas democráticas y/o libertarias pero que si no estuvieron  encarceladas o exiliadas, procuraron ocultar sus ideas incluso a sus descendientes y allegad@s por miedo a la criminal represión.

LA INSUMISIÓN

Y tal vez podamos considerar que aquella “locura transitoria” fue también el germen de enfrentamientos mucho más racionales contra las instituciones que más nos tenían aplastados, como decía Carrington: la jerarquía eclesiástica, los ejércitos, las policías, las instituciones penitenciarias y la judicatura. También, claro, el germen de las primeras asociaciones LGTBIQ, de las primeras manifestaciones y acciones sociopolíticas reivindicando visibilidad, igualdad de derechos. Hasta ahora la transexualidad ha sido considerada una forma de enfermedad psiquiátrica, una “disforia”, y era necesario un diagnóstico médico para poder vivir de acuerdo con nuestra propia percepción de género.

Y desde luego de las campañas antimilitaristas de insumisión y anticonscripción.

Nos llamaron locas, a mí me lo dijeron el secretario del juzgado que me hizo llegar la denuncia y el abogado de oficio que me asignaron cuando escribí las primeras cartas dirigidas a la capitanía general de Badajoz declarándome objetor. Nos llamaron locas a las personas que decíamos que no queríamos ponernos un uniforme militar, que no íbamos a hacer la mili ni ningún servicio sustitutorio de la mili, que no reconocíamos a los tribunales militares competentes para juzgar nuestra Conciencia, o que preferíamos la cárcel a abdicar de nuestras ideas.

Como Giordano Bruno prefirió la hoguera. La hoguera tiene ¡qué sé yo! que solo lo tiene la hoguera, que decía el inmortal Krahe.

 g.bruno. Solsticio de invierno 2022

Fuente:

https://www.eldiario.es/sociedad/leonora-carrington-surrealismo-locura_1_9807448.html

 

 

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