MANDERLEY

El domingo 8 de octubre estuve en la filmoteca (Cine Doré) para ver esta película dirigida por Jesús Garay y protagoniza por José Ocaña, Enrique Rada y José Ferrer. No la había visto anteriormente y me pareció muy reveladora, muy interesante y muy transgresora.
Toma el nombre de la mansión donde vivían los protagonistas de Rebecca de Alfred Hitchcock, y en varios momentos de los diálogos se menciona esta mansión y esta película. Fue rodada en el Palacio de la Magdalena de Santander, situado en la península de La Magdalena, un parque periurbano de carácter público que actúa de eje entre los espacios marítimos de El Sardinero y la zona centro. En la primera escena se ve el coche donde llegan los protagonistas atravesando este parque. Cuenta también con una playa, la de La Magdalena. Y varias escenas están grabadas en esta playa. ​También hay algunas escenas grabadas en la población santanderina de Cabezón de la Sal.
Debido a que la película trata abiertamente sobre la homosexualidad y muestra actitudes consideradas entonces impactantes fue clasificada S y su proyección confinada en las salas X. Estamos hablando de 1981, seis años después de la muerte del gran dictador y casi al final de lo que se considera la supuestamente "modélica" transición.
Tenía algo de reparo en ir a verla porque había leído una crítica en la que se aseguraba que "El director trabaja sin un guion previo y desarrollado, limitándose a dejar actuar –es un decir- a los tres protagonistas que evolucionan delante de la cámara sin ton ni son. De vez en cuando se pegan unas enormes parrafadas en un discurso existencial que no va más allá de la pseudofilosofía. Tiene bastante de surrealismo al estilo de Buñuel, pero no está plasmado en las imágenes como lo hiciera el de Calanda. Termina la película, de una forma un poco extraña, y te quedas con la sensación de haber perdido el tiempo" (Escrita por Del Mar, en Filmaffínity, en 2013)
Es verdad que a veces da la impresión de ser una película rio en la que pasan cosas que en principio parecen estar inconexas, pero que a la larga van configurando el retrato de tres personas disconformes, que rompen estereotipos, que transgreden los valores morales del puritanismo nacionalcatolicista. Me encantaron las actuaciones poéticas y musicales como la Elegía de Miguel Hernández y la Aline de Christophe. Pero también me hicieron reflexionar esos discursos y diálogos "pseodofilosóficos" sobre las identidades de género y las sexualidades (incluida la sexualidad infantil). 
Desde luego yo no salí de la sala con sensación de haber perdido el tiempo sino con la sensación de haber descubierto una película diferente, casi experimental, lo que durante esos años se dio en llamar "cine de arte y ensayo". Yo no la calificaría de surrealista, pero vamos que muy interesante y necesaria.
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