EL PERDÓN

Hace unos meses publiqué una entrada en este blog comentando la lectura de un libro de poesía, e incluía esta reflexión sobre el perdón:
“Siempre recordaré a Lola Gaos, en un homenaje a las víctimas del franquismo que tuvo lugar poco tiempo después de llegar yo a Madrid. Ella clamó que "Yo no olvido, ni perdono", lema que después ha sido recogido por la Plataforma contra la impunidad del franquismo: "Ni olvido, ni perdón: Verdad, Justicia, Reparación". Mi postura desde mi Conciencia Antimilitarista Antifascista es que no creo que se deba perdonar a los asesinos antes de haber sido juzgados, antes de haber sido condenados por la justicia y haber cumplido su condena, antes de haber dado sepultura digna a los familiares asesinados, antes de haber restituido la dignidad a quienes fueron en muchos casos ajusticiados bajo denuncias falsas y sin garantías procesales. Se han dado casos de personas militantes de ETA que han pedido perdón a familiares de sus víctimas y han sido perdonadas, pero siempre después de haber sido juzgados y haber cumplido su condena. Pretender perdonar alegremente sin haber dignificado a los asesinados sería condenarlos al olvido y una manera más de volver a asesinarlos. Perdón sin Justicia, como Paz sin Justicia (los famosos 25 años de paz de la dictadura franquista y los 70 años de paz de Felipe VI), como Democracia sin Justicia, y como la Libertad sin Justicia que suelen reivindicar los líderes de la derecha española, son conceptos que redundan en la impunidad y la violencia institucional, son antihumanistas y desde luego antiéticos y antipoéticos.
Y que conste que cuando reivindico Justicia no me refiero necesariamente a la impartida por las instituciones que en muchos casos no son precisamente justas, ni igualitarias, ni humanistas. Que cuando hablo de cumplir las condenas no me refiero en absoluto a la cárcel, que no es más que una forma de venganza y que no es de ninguna forma reparadora. Reivindico Justicia social y condenas reparadoras”
Ayer una amiga antimilitarista compartió conmigo un artículo publicado en prensa con el título: Perdón y Paz: la carta de una nieta de un represor franquista a las víctimas de su abuelo en un pueblo de León”.
Trata de la carta que una mujer ha escrito reconociendo que su abuelo y el hermano de su abuelo habían torturado y asesinado a dos personas. La autora de la carta especifica “Una pérdida así no se puede reparar pero con este gesto pretendo al menos reconocer la responsabilidad que mi linaje paterno tuvo en estos actos criminales”
Destaco los últimos párrafos del artículo:
“Para Santiago Macías, que arrojó tanta luz sobre hechos como estos, las de la emotiva carta son unas palabras que no van a cambiar el pasado, pero honran a quien las ha escrito porque pocas veces se pueden ver cosas así. Porque para perdonar, alguien tiene que pedir previamente perdón, zanja. Es así como la verdad, la historia y los sentimientos pueden ayudar a cerrar heridas.”
Porque es de sentido común y no tiene que ver con ninguna ideología: no se puede perdonar a quien no nos ha pedido perdón. La mayoría de familiares de los perpetradores no solo no nos piden perdón sino que se enorgullecen de los crímenes, se consideran que están “en el lado bueno de la historia”, y nos acusan a las víctimas vivas y a sus familiares de querer reabrir heridas, de ser guerracivilistas, de estar ancladas en el pasado. Incluso de no querer asumir que perdimos la guerra.
También hoy he leído una noticia publicada ayer con el título “Los asesinaron por ignorar el Evangelio”, donde empezando con la premisa de que “Nada puede justificar la cacería de sotanas que se desató allí donde fracasó el golpe militar”, aclara que ni todos los curas fueron asesinados por los defensores de la República, ni lo hicieron por el puro placer de cazar sino como consecuencia del posicionamiento del grueso del episcopado español a favor de la extrema derecha y el golpismo. En mi pueblo, por poner un ejemplo, no se asesinó a ningún cura, pero sin embargo el cura sí señaló directamente a quienes debían ser ejecutados, especialmente al maestro que asesinaron junto a mi tío Pedro Polo, el cura bendijo los crímenes y obligó a quienes iban a ser ejecutados a que “pidieran perdón”, y no es ironía, a la “virgen” de Barbaño. El cura, como diría el padre Hilari Raguer, “escupió en el Evangelio”.
La iglesia como institución, ni siquiera la iglesia de mi pueblo, no nos ha pedido nunca perdón a las víctimas y sus familiares. Hace unas semanas visitando la catedral de Jaén descubrí un gran mural donde para supuestamente honrar a sus muertos, los describía como “Asesinados en la revolución marxista, julio de 1936 a marzo de 1939”. Bueno todo el mundo sabe que la revolución marxista fue en octubre de 1917 y que lo hubo en las fechas del epitafio fue un golpe de estado fascista.
El gesto de esta mujer que ha pedido perdón por los crímenes de su abuelo es encomiable y ojalá todas y todos los descendientes de torturadores, violadores, asesinos y difamadores sigan su ejemplo. Sólo así podernos decir que está terminando la “transición” de la dictadura a la Democracia Real. 
 
Fuentes:

 

 

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