LA PASAJERA EN EL TEATRO REAL

El domingo 10 de marzo estuvimos en el Teatro Real para conmovernos con la estremecedora ópera "La pasajera", con música de Mieczysław Weinberg y libreto de Alexander Medvedev, basada en la novela de la escritora polaca Zofia Posmysz (1962). Esta obra fue estrenada en versión semiescenificada en Moscú en 2006. Así que la podemos considerar una ópera del siglo XXI, aunque en realidad se compuso en el XX
, en 1968.
Mieczysław Weinberg (1919- 1996)  fue un compositor soviético, de origen judeopolaco, nacido en Varsovia. Perdió a la mayoría de su familia en el Holocausto. Desde 1939 vivió en la Unión Soviética y luego Rusia. Su catálogo se compone de 153 obras, entre ellas 22 sinfonías, 17 cuartetos de cuerda, ocho sonatas para violín, un concierto para violín y orquesta, así como 40 partituras cinematográficas y de animación, 4 óperas (entre ellas "Passažirka") y 3 operetas.
Curiosamente del libretista,  Alexander Medvedev, lo único que he encontrado en la red es que que también fue el libretista de las otras óperas de Weinberg y que murió pocos días antes del estreno de "La pasajera" en Moscú. 
La temática versa sobre los horrores del holocausto nazi en Auschwitz, los supuestos remordimientos de una supervisora de las SS que envió a muchas mujeres a las cámaras de gas. Digo que los remordimientos son supuestos porque he leído algunas críticas en diversos medios que califican el libreto de "reconciliación y perdón". Pero la realidad es que el libreto nos muestra una supervisora de las SS que se siente amenazada por la presencia fastasmagórica de una supuesta víctima que ella había enviado a la muerte, lo que la obliga a confesar su pasado al marido, y continuamente se autojustifica, ante el marido y ante ella misma, con frases propias de un discurso neonazi como que ella era una "buena alemana", una "buena persona", que "servía a su país", que era muy "honorable", que "nunca pegaba a la presas" (pero las enviaba a la cámara de gas), incluso finalmente se arma de valor para enfrentarse a la pasajera para pedirle que le "diera las gracias por estar viva". Y otra parte de su discurso neonazi es que repite en varias ocasiones que las presas le odiaban,  extrañándose de que unas mujeres que estaban siendo asesinadas no se fiaran de las carceleras, no quisieran confraternizar con ellas, las temieran y no las respetaran.
Por otro lado en las escenas de las presas cuando las llevan a la muerte recitan repetidamente: "No les perdonéis, no nos olvidéis". 
O sea que aunque algunos supuestos críticos quieran hacernos creer que se trata de una obra sobre la reconciliación y el perdón, en realidad es una obra sobre la verdad, la justicia y la necesidad de asegurar garantías de no repetición. La ópera enfrenta  dos mundos irreconciliables, no se puede aceptar como "algo del pasado", que es otro concepto que se repite en el libreto, el exterminio sistemático de personas ya sea por motivos políticos, étnicos, religiosos o de identidad sexo-genérica. Es un comportamiento y un hecho histórico con el que no hay que reconciliarse ni hay que perdonar, que debe repudiarse, juzgarse y abolirse como se abolió la esclavitud. 
Me sobrecogió la escenografía de Johan Engels (1952- 2014), reconocido internacionalmente por su trabajo en ópera, teatro y ballet. Sus diseños para "La pasajera" han sido fundamentales para el éxito de la ópera en todas las ciudades del mundo donde se ha representado desde su estreno mundial en el Festival de Bregenz de 2010. Escenifica dos espacios antagónicos, arriba el barco con los felices pasajeros, todo blanco, pulcro y luminoso, y abajo el campo de concentración de Auschwitz, con raíles por donde llegan los trenes que transportan a las presas, con las calderas de las que en una escena terrible recogen las cenizas, todo gris, todo oscuro, todo tiznado, todo triste. Unas torres de vigilancia con grandes focos que sirven para enfocar a las intérpretes. Y unas escaleras que conectan ambos mundos.
Y por los raíles también nos llega el coro. Destacable porque considero que está demasiado omnipresente, mucho tiempo en primer plano sin intervenir. Por cierto que cuando cantan lo hacen en español. En la obra se canta en diversos idiomas, polaco, ruso, incluso se dan clases de francés e imagino que el libretista habrá especificado que el coro, que viene a representar en cierto modo al público, cante en el idioma de cada país donde se represente la ópera. Todas las voces son magníficas, destacaría a las protagonistas, la supervisora, Lisa, interpretada por la mezzosoprano grecoestadounidense Daveda Karanas, ganadora del gran premio de las Audiciones Nacionales del Consejo de la Metropolitan Ópera, de 2008. Y la pasajera, Marta, interpretada por Amanda Majeski, soprano estadounidense. 
Quizás la escena más emotiva, tal vez algo "sentimentaloide" pero muy efectista y sobre todo muy bella y esperanzadora, es la del dueto entre Marta y su prometido, Taddeusz, interpretado por el barítono húngaro Gyula Orendt, gnador del Concurso Internacional de Canto Francisco Viñas. 
Por primera vez he podido fotografiar la cúpula diseñada por Jaume Plensa, que se inauguró en septiembre de 2023, titulada "Cielo". La obra es un rodaje en alta resolución del cielo de Madrid desde la azotea del Teatro, en los días centrales del mes de junio, y recoge el movimiento de las nubes en un devenir continuo y real para ser proyectada en la cúpula de la sala principal, gracias a cuatro sofisticados proyectores de 20.000 lúmenes. En anteriores visitas al Real no había tenido oportunidad de fotografiarla:
Para poner broche de oro a la noche estuvimos cenando en el restaurante Papagena, en la planta sexta del propio Teatro Real, con unas vistas espectaculares a la plaza de Oriente y unos platos vegetarianos bien elaborados, bien servidos y deliciosos y con buen vino. Merece la pena cenar ahí cada vez que vamos a una espectáculo del Real.
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